Monday, December 11, 2006

Llegó a la vida arrastrado del cordón umbilical, certero salvoconducto obligatorio... Pero traía en su espalda una clara abertura a todo el universo.

Los cirujanos expertos, quisieron cerrar esas puertas hábilmente. Creyeron ganar batallas definitivas, y la tranquilidad comenzó a posarse sobre nuestros corazones.

Un día, ante la sorpresa de todos, se descubrió que la distancia entre su punto de llegada y el de partida era nula. El, incapaz de vertirse sobre un mundo lleno de imperfecciones, se fugó desde su epicentro al resto de las creaciones.

***

Como una gotita de agua, apenas dejó rastro de su paso. Pero en la memoria perdura la tristeza de no haber sabido retenerle.

Lo había acunado apretadito contra mi pecho, como un saquito de deseos repleto de futuras promesas... De pronto, fue un pozo vacío y negro donde naufragamos todos. Y hoy, la continua marejada en que quedamos, continúa calladamente azotando nuestras vidas.

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El tiempo, dicen, es el mejor aliado: cura las heridas. Pero una grieta profunda dentro del alma, no desaparece. Se aprende a vivir con ella, y se llega a una aceptación de hechos que conducen a ciertas aguas mansas. Desde aquí, la partida de Rainer se me antoja ahora como su decisión personal: su prerrogativa hacia la perfección...

Que seas feliz, pequeño mío...

Maite
(En el primer aniversario del nacimiento de Rainer Mathew, mi ángel espina bífida)

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