Tuesday, February 6, 2007

La Charca Negra.

Me habían contado del efecto de la charca... Del agua negra, espesa y maloliente que todos en la aldea se cuidaban de no pisar. Como una balsa de aceite resbalosa, permanecía ajena a las inclemencias del tiempo, desafiante, esperando un alma inocente en que cebar su embrujo. Y yo, recién llegada, la miraba con un cierto desafío, medio intrigada, medio riéndome de lo que yo pensaba era una historia de las tantas que se crean en las mentes de los seres encerrados en unas vidas tan pequeñas que de algo tienen que ocuparse.

Así era yo en aquel entonces, arrogante... Antes de sentir sobre mí el peso de su influjo, antes de que mis ojos se cerraran a la vida.



Conocer a Manuel, fue un regalo inesperado del verano en que llegué... Conocerle y enamorarme; aún recuerdo el dulce sentimiento que todo embargaba en esos días y nuestras salidas en alegres caminatas donde las florecillas silvestres hilvanaban a puntadas una felicidad llena de sutilezas. Pero fue Manuel, quien me advirtió un día, casi arisco ante mis preguntas, que no me acercase a la charca. Y yo, rebelde por naturaleza, quise demostrarle entonces que no había motivo para creer en maleficios...



Todo sucedió apenas sin darme tiempo a comprender lo que pasaba. O quizás, no había posibilidad de entender, porque así es la naturaleza de los oscuros fenómenos que se producen cuando el infierno se escapa a través de una puerta que alguien abre sin saber.



Esa mañana, salimos de excursión de madrugada, esperando llegar al río antes de que el calor apretase. Hay un lugar donde se forma una piscina natural, semioculta entre grandes rocas... Nuestro preferido lugar donde bañarnos, pues allí, raramente alguien se aventura. En el descenso, a la salida del pueblo, había que pasar al lado de la charca... Y yo, desafiante, rocé los desnudos dedos de mi pié en ella....



Manuel me miró atónito, pues mis rápidos movimientos no le habían dado tiempo a detenerme y el grito que escapó de mi boca heló su mirada y quebró el ambiente.



Sé que entonces, algo hizo presa de mí. Que vi el infierno... Y supe que mi destino era ya tan negro como la charca.

Manuel me sacó del estupor en que había quedado, mientras tirando de mi mano, me alejaba de allí y continuábamos el descenso.



Caminaba por inercia... Sintiendo un dolor opaco ascender por mi pierna..., y extenderse..., y apoderarse de todo mi ser. Y cuando por fin llegamos..., y lavé mi pie en el agua fresca... Sentí como si entonces, fuese mi piel quien prestara un color amoratado a esas aguas.



Nos tendimos en las rocas... Y Manuel me besó; quedé dormida... Y al despertar, mi mundo había cambiado de rumbo para siempre.





Encontraron a Manuel ahogado, tres millas río abajo; en su mano cerrada, un trozo de mi vestido que nadie reconoció. Y en su estómago, una marea de aceite negro, inexplicable, que le había arrastrado al fondo de la alberca.


Yo, había perdido la vista y durante días, había deambulado intentando orientarme; pero nada me era familiar.... Y solo recobré memorias a través de lo que otros me fueron relatando.


Hoy, me muevo en la oscuridad con la soltura del murciélago que todo intuye sobre su piel viscosa... Y busco otros besos..., y otras bocas donde verter el contenido de mis labios..., y me transformo en lo que quiero..., y conquisto... Y vivo en esos otros, lo que ya nunca podré vivir en mí...


Y hay noches cuando la charca grita mi nombre... Y yo... Me sumerjo en ella... Y logro ver mundos llenos de seres como yo...
Ven...

Mt.

No comments: